Tras ofrecer, en mi página anterior Arquitectura contaminada una imagen un tanto fatalista de nuestro entorno arquitectónico y como contrapunto, querría complementar ese escrito con un enfoque más optimista. El estado de ánimo al escribirlo correspondía al producido por la rabia de observar cómo nuestros pueblos y ciudades se degradan sin necesidad debido a la desidia de profesionales interesados en sí mismos. A la rabia de ver cómo estos pueblos y ciudades han ido perdiendo sus señas de identidad para dejar paso a imágenes llenas de tópicos y pretensiones.
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Pero no todo el monte son zarzales. Hay una arquitectura válida, silenciosa. Basada en el trabajo razonado.
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Plutarco decía “Para saber hablar es preciso saber escuchar” y Antonio Machado, por su parte, completaba “Para dialogar, preguntad primero; después... escuchad”. Y estos dos principios, que son esencialmente el mismo, son los que muchos arquitectos aplican al realizar sus obras. Pero el verbo escuchar no debe aplicarse a la bolsa de los denarios sino a las personas que habitarán o se moverán en esas obras. Al lugar, a su historia, a su clima, a su cultura.
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Vemos, con demasiada frecuencia, edificios que bien podrían estar en cualquier otra parte del mundo, que son mero resultado de aplicar modas o mediocridades comerciales que proliferan en él. Un ejemplo: algunos clientes, movidos por fotografías espectaculares de espectaculares revistas, me piden ilusionados, sin saber lo que piden, grandes claraboyas en techos mediterráneos, que convertirían los interiores de sus casas en un infierno.
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Hay una arquitectura limpia, sin disfraces, sin modas artificiales o interesadas. Las fotos que encabezan este escrito son una muestra. Son casas de Coderch proyectadas alrededor de 1960 pero que conservan toda su vigencia y que son un ejemplo de Arquitectura limpia.
8 comentarios:
Agradecida por tus bellas palabras.
Agradecido a tu padre por enseñarme todo lo que sé de arquitectura.
Elvira, si conocieras el tremendo cariño, reconocimiento y respeto que siento por tu padre te emocionarías de verdad.
Está claro que supiste apreciar y absorber lo mejor de lo que él nos intentaba transmitir. Se nota aquí y en otros comentarios tuyos que he leído. También se ve el cariño. Espero que publiques más entradas sobre arquitectura en este blog. ¡Hasta pronto!
Lo que dices Juanjo es cierto en una promoción para un particular. Pero hay arquitectos que son como los psiquiatras de las clínicas de abortos . Que realizan los proyectos a demanda del promotor o quién financia. Hay casos extremos: Yo conozco uno que trabaja para una multinacional de instalaciones comerciales que es llamado "el legalizador". Sabe todas las triquiñuelas legales para obtener los permisos, luego hacen lo que le da la gana. Luego los intereses de políticos corruptos hace que el panorama sea desolador, especialmente en la costa mediterránea donde habría que tirar con una excavadora desde la Junquera hasta Ayamonte.
Un desastre para el que no veo otra solución que el control y la fiscalización extrema.
Un saludo
Los casos extremos, amigo Casa, no podemos considerarlos, son irrecuperables. Pero un caso normal puede ser el de un señor, particular o promotor, que encarga un proyecto de casa o edificio. El arquitecto deberá respetar el programa deseado: No puede proyectar pisos de 200 m2 si el promotor le pide 100 m2 porque el riesgo lo corre el promotor. Ni puede proyectar una casa de 1 dormitorio si la familia tiene 5 hijos. Deberá respetar el presupuesto previsto, por razones obvias. Deberá cumplir la normativa pues de lo contrario el proyecto no podría edificarse.
A partir de aquí ya todo depende del amor propio y del grado de autoexigencia del arquitecto porque nadie le pedirá más. Los casos en que la corrupción política o de los funcionarios puede permitir situaciones extraordinarias no son objeto de esta discusión pues se escapan de cuestiones profesionales. Aunque, por desgracia, estos casos pueden tener un grado de incidencia muy alto en nuestro entorno.
En estos casos sí serían efectivos el control y la fiscalización extremos pero en los casos normales, los del desarrollo lógico de la profesión el único control y la única fiscalización posibles debe realizarlos el propio arquitecto sobre sí mismo.
Creo que es importante sensibilizarnos y que la sociedad se sensibilizara hacia esa arquitectura limpia de la que hablas. me impactó mucho la reflexión que citabas en el post anterior sobre la fealdad. es cierto que al final te acostumbras a ella, como nos acostumbramos a la violencia, a la mala educación, a la insolidaridad, a la FEALDAD con mayúsculas. tiene que haber alguna forma de retomar esos conceptos de limpieza, de pureza en las formas, de historia, de lógica.
No creo que necesariamente una promoción de bajo precio haya de ser "fea". Me parece una cuestión de dejadez tal como apuntabas, si no recuerdo mal, de pérdida de ilusión por el trabajo bien hecho. creo.
El tema de la fealdad no es el más grave pero sí el más difícil de detectar por parte nuestra.
En nuestra vida normal no nos acostumbramos a la violencia, nos rebelamos contra la mala educación y somos conscientes de la insolidaridad aunque podamos disimularlo. Pero respecto a la fealdad somos los primeros en pronunciar esa terrible frase de "Sobre gustos no hay nada escrito", falacia que sólo pretende justificar, aunque sea inconscientemente, cualquier barbaridad.
No olvidemos que el interior de nuestras casas nos pertenece exclusivamente, pero el edificio, en su imagen exterior pertenece también a la cultura del lugar, y que debe ser digno pues permanecerá muchos años a la vista de los demás.
¿Imaginas los "pueblos blancos" de Andalucía si se hubieran levantado con los maneras que denuncio en "Arquitectura contaminada"
Las obras de bajo precio no tienen ninguna necesidad de fealdad. Incluso, a veces se libran de la carga precisa de horterada que llevan muchas obras de "alto standing". No tiene nada que ver precio y calidad arquitectónica. Y cuando hablo de calidad no me refiero a que tenga las condiciones precisas para salir en revistas especializadas sino tan sólo que esté estudiada, aunque sus horas de estudio sean menos rentables para el arquitecto, que sea digna, que sea decente, que tenga decoro.
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