jueves, 27 de diciembre de 2007

Tres picapedreros

Hace algunos años un viejo maestro de arquitectura me explicó una pequeña historia que creo ejemplifica tres comportamientos personales ante el "castigo divino":

… Iba un viajero por un camino en el que estaban trabajando unos hombres picando piedras destinadas a la construcción de una catedral.

Se acerca a uno de ellos y le pregunta: "¿Qué está haciendo, buen hombre?" Y el picapedrero le responde: "Estoy trabajando para sustentar a mi familia".

Sigue caminando y le pregunta a un segundo: "¿Qué está haciendo, buen hombre?". Y éste le contesta: "Estoy picando una piedra".

Por fín se acerca a un tercero y le pregunta: "¿Qué está haciendo, buen hombre?". Y el picapedrero le responde: "Estoy ayudando a construir una catedral".

Son tres posturas diferentes ante una misma acción. Podría decirse que son tres definiciones del trabajo, oficio y profesión, pero esto es más discutible. Lo seguro es que son tres actitudes que dependen de la propia persona, independientemente del mundo exterior.

Y mal vamos si consideramos el trabajo como castigo divino porque debe servirnos para vivir de él, nosotros y nuestra familia, debemos realizarlo lo mejor que sepamos y podamos pero también debemos buscarle algo más de trascendencia ya que con él influimos en nuestro entorno.

Cuadernos de viaje (Ucrania)

En el año 2000, inaugurando el milenio, un cliente alemán decidió ampliar sus horizontes (económicos, no culturales, por aquí mis clientes no tienen esos vicios) y se encaminó a la Europa del Este. Estableció contactos en Ucrania, ex república de la extinta Unión Soviética y se llevó a su "artista invitado" (de nuevo, un servidor)

El primer proyecto fue montar un hotel en Kirovograd de 300.000 almas y situada entre Odesa (Mar Negro) y Kiev (capital). El hotel tendría nombre ucranio pero en la planta baja se montaría una pizzería cuyo nombre sería ¡Catalunya! (sin exclamación en el original). Yo no tuve nada que ver con esta elección ni con esas ínfulas nacionalistas (?) entre un alemán y un ucranio.

El socio del lugar, cuyo nombre silencio por seguridad (la mía), era un político afamado y, a diferencia de Zimbabwe en que nos acompañaban elefantes, allí íbamos permanentemente acompañados por una cohorte de guardaespaldas armados visiblemente. He de reconocer que añoraba la mirada inteligente de los animales del viaje anterior. Todo esto es real, no fruto de mi fantasía (no tengo tanta).

Recogidos todos los datos del lugar me fui de nuevo a casa, realicé el proyecto y procedimos a su ejecución. Debo aclarar que se trataba tan sólo del equipamiento y la decoración pues el edificio era un mamotreto oficial y llevaban construyéndolo (rehabilitándolo pues era antiguo) desde hacía tres años (lo hacen todo muy bien pero son muy lentos y para hacer un taladro necesitan dos o tres personas, casi todos ingenieros: residuos de su anterior vida política en la que todos eran funcionarios).
Como en esa ciudad no podía comprarse ni una bombilla (como después explico) se envió todo desde Barcelona para su montaje.

Un paréntesis histórico que explica lo anterior: En la época en que Ucrania pertenecía a la URSS se la consideraba "el granero de Rusia" pues sólo desarrollaba la agricultura. Al independizarse, la ausencia de toda tecnología era palpable ya que no existía industria de ningún tipo. La excepción fue la central nuclear de Chernobyl, en el norte del país, de infausto recuerdo.

Empaquetado todo en Barcelona para su montaje, nos desplazamos de nuevo al lugar con la suerte añadida de que aquello sucedió en febrero. Kirovograd tiene la misma latitud que París pero, en invierno, el viento dominante viene de Siberia y, en los quince días que estuvimos, la temperatura media exterior rondaba los -40º. ¡Fué toda una experiencia! (dura, por cierto) Yo creía que esta temperatura se notaría mucho en la piel en contacto con el exterior. Pues no. Notas que hace frío pero no adivinas cuánto. La diferencia es que, bien abrigado, a 0ª te hielas al cabo de una hora y a -40º te hielas a los cinco minutos. He de reconocer que entrar cada día en el hotel en que dormíamos suponía un gran alivio pues su interior estaba a 0º (bueno quizás exagero un poco, quizás estaba a 10º, que para un interior de hotel, el mejor de la ciudad, no estaba nada mal, bien mirado). Creo que el último turista que les había visitado fué Miguel Strogoff.

Aunque no nevó esos días, calles y aceras estaban absolutamente heladas. El hotel donde intentábamos dormir y el futuro hotel donde trabajábamos estaban separados unos 100 m ¡Pero qué largos se nos hacían! Hay que imagínar el efecto que hacía ver 3 ó 4 señores hechos y derechos (bueno, esto último no tanto) andando, patinando más bien, como patos mareados, poniendo los cinco sentidos y mirando fijamente dónde poníamos los pies como si en ello nos fuera la vida (que nos iba). ¡Vaya estampa! Tuvimos que ocultar, por dignidad nacional, todo lo que podía identificarnos con nuestro país de origen. Mientras, a nuestro lado, nos adelantaban especímenes femeninos con piernas larguísimas, faldas cortísimas y tacones de aguja (!) andando a velocidad de vértigo. Nos sentíamos muy poca cosa, la verdad. ¿Para eso tantos años toreando?. Y ¡qué diferente de las estepas africanas!.

En el interior del futuro hotel la temperatura era muy agradable pues ya funcionaban las instalaciones y el aire acondicionado era de última generación (había mucho dinero). ¡Cómo añorábamos este habitat cuando acabábamos en el mesón en que dormíamos (o lo intentábamos)!. Cada día, al volver por la tarde (como los siete enanitos), llenaba la bañera de agua muy caliente y me sumergía en ella para que pasaran a mi cuerpo algunos de los grados que le sobraban al agua. No siempre lo conseguía. Y además no había ninguna Blancanieves que me arropara. Dormía (?) como una cebolla envuelto en varias y diversas capas de tejidos pretendidamente aislantes en condiciones climatológicas normales pero que allí ... Un día, con su noche correspondiente, se estropeó el sistema de agua caliente del hotel y de sus grifos ya no manaban aquellos grados objeto de intercambio. Pero esa noche no puedo describírla pues recordarla me hace mucho daño y mi psiquiatra me ha prohibido que la rememore. Quizás al lado de una mujer hermosa, y con mucho mimo por su parte, pueda hacerlo.

Cuando por fin llegaron todos los enseres, muebles, lámparas, lencería y demás, de Barcelona observamos que los naturales del lugar se abalanzaban como posesos sobre los envoltorios de plástico y porexpán. Era natural, era más preciado y necesario para su supervivencia y la de su familia todos aquellos plásticos de bolitas de aire que los otros bienes totalmente superfluos para ellos en aquel clima. En recorridos por la ciudad comprobamos que habían abundantes zonas con barracas de chapas metálicas recubiertas con cartones y comprendimos el efecto del porexpán. Un apunte: El índice medio de formación era muy alto. Casi todos los que trabajaban en el hotel tenían el título de ingeniero técnico de grado medio pues la enseñanza era gratuita hasta el último grado de formación. A cambio las condiciones económicas eran muy duras. El encargado general que controlaba 20 ó 30 trabajadores ganaba unos 100 € al mes.

Haciendo honor al nombre del restaurante me traje un pintor del Empordà, especializado en frescos, que llenó de paisajes de mar y barcas las paredes del local. El efecto, a largo plazo, de aquellas visiones mediterráneas en las retinas esteparias no he podido comprobarlo.

Una vez todo montado vimos que quedaba muy bonito y muy fino, aunque un poco oscuro ya que no pudimos encender una sola lámpara. Pensábamos que podíamos comprar las bombillas allí y al ser todo muy moderno las bombillas no eran normales sino halógenas, de bajo consumo, fluorescentes ... Tuvieron que enviarnos un camión desde Italia (que estaba más cerca) con todos los complementos necesarios.

Fuimos muy felicitados y colorín, colorado ...

Cuadernos de viaje (Zimbabwe)

Hace algunos años, en el 94, como arquitecto me encargaron el proyecto de un hotel de lujo en Zimbabwe junto a las cataratas Victoria. El origen de la historia es que una prestigiosa empresa de hoteles, cliente de aquella época, promovía hoteles para terceros proporcionando arquitectura, decoración, equipamiento y organización.

El caso es que el gobierno de Zimbabwe entró en contacto con ellos para crear un hotel junto a las cataratas con el fin de promocionar un turismo hasta entonces inexistente ya que no había buenas comunicaciones aéreas y el único turismo venía, en coche, desde Zambia y Unión Sudafricana, total nada. Habían leído en revistas especializadas el volumen de ingresos por turismo en España y se habían quedado lívidos de envidia. El trabajo consistía en redactar un proyecto y conseguirles los créditos necesarios.

… Y allá fui yo, como "artista invitado", a conocer el emplazamiento, el programa deseado, el clima, el tipo de construcción existente y otras cosas que me sirvieran para elaborar un proyecto mínimamente coherente e integrado en el lugar.

Estuve sólo 15 días pero fue maravilloso. No eran conscientes de la suerte que tenían por ser un país prácticamente virgen sin los estragos, primero del turismo americano y ahora del europeo, movidos desde hacía años por películas tipo "Las minas del rey Salomón" y las subsiguientes. El paradigma de todo esto es el caso de Kenia donde para ver un león hay que subscribirse al National Geographic.

Además, Zimbabwe tenía una renta decente, su índice de mortalidad infantil era de los más bajos de África (y esto creo que define el nivel de la Sanidad de un país), el grado de escolarización era muy alto y había una clase media muy fuerte que ya existía cuando era colonia inglesa (Rhodesia).
Me trasladaron (voluntariamente) al futuro emplazamiento y me dejaron allí solo y tranquilo con mis pensamientos. ¡No cuesta imaginar la sensación de pisar el terreno y que una gacela a lo lejos (20 metros) te esté mirando!. Es una imagen que tengo fuertemente grabada (los animales siempre me emocionan un poco). Que nadie se ofenda, pero es cierto que, medio en broma medio en serio, digo en ocasiones que me resulta más fácil entenderme con algunos animales que con la mayoría de personas. Porque ellos siempre te están dando datos fiables de comportamiento y a nosotros nos han ensañado demasiado a disimular.

Otro día fuimos en avioneta (muy pequeña: 4 plazas) sobrevolando toda la zona y es impresionante ver las cataratas a corta distancia, desde el aire. No son las más altas del mundo ni las más largas pero parece ser que son de las más caudalosas (o lo eran).
Me pasearon en canoa recorriendo arriba y abajo el río Zambeze, viendo hipopótamos, cocodrilos, búfalos. Una anécdota de quella situación es que parte de la expedición, señoritos pijos de Barcelona, se pusieron a tirar piedras a los cocodrilos por divertirse, para mi vergüenza y la de los indígenas que nos miraban extrañados. Era una advertencia de lo que podía llegar a ocurrir con los planes de turismo futuro.

Como estábamos invitados por el gobierno, pusieron un jeep a nuestra disposición, con chofer y explorador armados (pero por nosotros, no por los animales: visto lo que había ocurrido con los cocodrilos cualquiera nos dejaba sueltos). Durante dos días estuvimos recorriendo medio país, que era parque natural acotado por el gobierno, en el que los animales estaban como en su casa (lógico, lo era). Y ¡qué sensación ver de cerca elefantes, jirafas, búfalos ....!.

Después estuve recluido 3 ó 4 días en el hotel (también voluntariamente) para hacer unos cuantos croquis con el fin de que, cuando nos fuéramos de allí el gobierno los hubiera visto y estuviera de acuerdo con el planteamiento pues ya no volvería a Zimbabwe hasta tener acabado el proyecto. Muy previsoramente, había llevado instrumental de dibujo (allí sí hubiera sido difícil conseguir algo) y así pude acabar una especie de anteproyecto.

Se organizó una reunión de personalidades varias: cónsul español, ministro de Turismo, ministro de Economía y otros. Y allí estoy explicando el proyecto e intentándoles convencer de que estaba basado en las construcciones tradicionales de Centroáfrica (¡un hotel de 5 plantas inspirado en las cabañas autóctonas!). Como la operación les interesaba mucho económicamente estuvieron todos de acuerdo en que aquello no destacaría prácticamente nada en el paisaje y quedaría muy integrado en él (!). En un aparte, gozando del privilegio de que, en general, se considera al arquitecto como un artista un poco excéntrico y alejado de la realidad (nada más equivocado) aconsejé al ministro de Turismo que lo mejor que podían hacer era dejar el país como estaba, que mira lo que habían hecho en el mío con la Costa Brava. Me miró con condescendencia (creo) y me ofreció una sonrisa cómplice con el trasfondo que corroboraba el sentir general sobre los arquitectos.

Hice algunos amigos entre aquella gente que desaba transformar su país (a mejor) pero que pasados los años ¡vaya si lo transformaron! (a peor). Pero, por encima de todo, me quedó la sensación del encuentro con un país maravilloso al que volver de nuevo con personas queridas. Me quedó grabado en el corazón y pienso en él con nostalgia.

Acabé el proyecto y el resto quedó en manos de economistas y financieros. Como muchas cosas de gran escala no llegó a realizarse por cuestiones de créditos ya que el gobierno no quería invertir prácticamente nada y los bancos consideraban la operación muy arriesgada. Yo no cobré un céntimo pero me compensó con creces todo lo vivido ... y aprendí a dibujar baobabs (como Saint Exupéry).

sábado, 22 de diciembre de 2007

El sistema tradicional en la construcción

En las construcciones realizadas siguiendo las prácticas denominadas "tradicionales" se producen inevitablemente problemas inherentes al sistema utilizado que originan patologías cuyos resultados son: fisuras, humedades por filtraciones y condensaciones, falta de estabilidad, fallos de aislamiento térmico y acústico, etc.

Para solucionar, sólo en parte, dichos problemas se debería aumentar significativamente el coste promedio de la construcción, lo cual es normalmente inviable ya que la tendencia natural de los promotores es intentar reducir y no aumentar los costes previstos de construcción.

Hay posiblemente un problema de léxico: denominamos "construcción tradicional" a aquélla que ni remotamente se asemeja a la que antiguamente se realizaba en las construcciones populares: muros de gran espesor, pequeños huecos, forjados simplemente apoyados... En los apartados que desarrollaremos a continuación aceptaremos el término "tradicional" como el comúnmente utilizado actualmente.

La normativa existente intenta paliar estos fallos constructivos aplicando unos determinados controles, aparentemente muy exigentes. Estos controles se refieren a la calidad de los materiales utilizados pero no se aplican al resultado de su colocación en obra por lo que dicho resultado, el edificio acabado, se entrega al usuario con numerosos problemas constructivos no resueltos y con todos los certificados de calidad que se desee, al mismo tiempo.

Y no siempre son fallos de las personas vinculadas a las diferentes fases del proceso edificatorio: técnicos (proyecto y dirección), contratistas, constructores, industriales, controladores técnicos... sino que estos fallos son consecuencia del sistema constructivo normalmente empleado y que es una degeneración (generalmente por cuestiones económicas) de sistemas constructivos válidos en su época.

1. Los muros resistentes de fábrica de ladrillo:

La reducción cada vez mayor de los espesores de los muros estructurales, motivada por cuestiones económicas, y el aumento progresivo de las superficies de los huecos exteriores creados en dichos muros origina una inestabilidad evidente ante cualquier tipo de causa no estrictamente vertical (viento, seismos, asimetría de cargas...).

Las nuevas normativas, conscientes de la debilitación progresiva del papel rigidizador de los muros sustentantes obliga a los forjados a cumplir con este papel, por lo que dichos forjados son cada vez más pesados, con más acero y consecuentemente más caros, con mayores problemas de retracción y con mayor incidencia de sus deformaciones (flechas) en los muros que los sustentan, lo que origina fisuras que, a su vez, crean humedades por entrada del agua de lluvia en el interior.

2. El forjado de nervios de hormigón armado (reticulares o de viguetas):

Como hemos apuntado en el apartado anterior este tipo de forjado comúnmente empleado se ha ido rigidizando y encareciendo cada vez más, adaptándose a las nuevas normativas. La ausencia de falsos techos, por razones económicas y por imposición de la normativa urbanística que determina alturas máximas sin atender a excepciones por mejora de calidad, ha provocado que la cara inferior de los forjados debe quedar totalmente plana y sin fisuras por lo que el monolitismo de los nuevos forjados ha sido cada vez más necesario. Sin embargo la ejecución en obra de los mismos hace que la obra ejecutada y el proyecto tengan muchas diferencias:

Se calcula el espesor del forjado en función de luces y cargas. Esta dimensión viene definida por la distancia entre las armaduras superior e inferior. El hormigón de los extremos ejerce un tan sólo un papel de p`rotección de dichas armaduras a efectos de la durabilidad de la estructura.

Pero desgraciadamente la ejecución "artesanal" de estos forjados por personal poco cualificado, produce grandes y graves diferencias con aquello previsto inicialmente:

a) Antes del hormigonado, el paso de los obreros sobre las armaduras hace que éstas desciendan reduciendo significativamente el canto efectivo del forjado con el consecuente aumento de deformaciones por flecha.

b) Por la misma causa anterior y por la ausencia de separadores correctos, las armaduras se aplastan sobre el encofrado inferior reduciéndose el espesor del recubrimiento protector de hormigón quedando visiblemente las armaduras al descubierto lo que comportará la próxima corrosión de las mismas y la aparición de las consecuentes patologías.

c) El hormigón cuyas características se definen en proyecto es, en frecuentes ocasiones, diferente del resultante de la ejecución ya que:

- El tiempo de espera del camión-cuba antes del vertido es excesivo en muchos casos.

- La plasticidad del hormigón prevista viene cambiada por adiciones de agua en obra para facilitar el vertido del mismo.

- La ausencia o mala ejecución del vibrado. Esto comporta grandes diferencias en la composición de los hormigones de diferentes partes de la obra cuando teóricamente son idénticos.

- Las armaduras horizontales impiden en ocasiones un correcto vibrado del hormigón situado bajo las mismas lo que provoca huecos que dejan sin protección el acero.

- La ausencia del necesario curado del hormigón vertido, lo que produce alteraciones importantes en la proporción agua/cemento por evaporación de la misma.

3. El aislamiento térmico:

Para conseguir el grado de confort previsto en proyecto, impuesto por la normativa actual, es necesario colocar capas de determinados materiales aislantes que proporcionen a las paredes exteriores de los edificios el grado de aislamiento térmico necesario.

Estas capas no siempre están perfectamente unidas a dichas paredes formando un todo contínuo sino que frecuentemente se utilizan placas que quedan sueltas en el interior de la cámara de aire al tiempo que dejan zonas sin cubrir por lo que su aportación al aislamiento es muy escasa. De nuevo una puesta en obra de un excelente producto anula las cualidades del mismo.

4. Los puentes térmicos:

La construcción "tradicional" conduce inevitablemente a la existencia de zonas en las que la comunicación exterior-interior se produce a través de materiales en los que no existe interrupción exterior-interior por parte de otro elemento de características aislantes. Los casos más frecuentes son: macizados de esquinas, jambas de huecos, laterales de forjados y balcones, paredes estructurales que enlazan con fachadas, pilares de hormigón en fachadas, etc.

Todo ello comporta la aparición de humedades por condensación del vapor de agua interior con la consecuente aparición de hongos, disminución del confort por reducción del aislamiento térmico y el correspondiente aumento de los costes de climatización.

5. Las humedades:

Este apartado constituye un auténtico calvario para todas las personas vinculadas al proceso edificatorio (técnicos, constructores y usuarios). Dadas las características de los materiales usados en la construcción "tradicional" es casi imposible solucionar definitivamente en todos los puntos críticos el problema de las filtraciones de agua del exterior: La obra de fábrica es esencialmente porosa y permeable.

Cuando se aplican capas impermeables sobre la misma es imprescindible un mantenimiento continuado, las fisuras causadas por los motivos apuntados en los apartados 1 y 2 rompen estas capas, cada uno de los rincones, esquinas, desagües, etc, es un punto crítico que debe ser continuamente vigilado. Estas mismas capas son normalmente frágiles, escasamente flexibles y de escasa durabilidad.

En lo referente a la separación del edificio respecto al terreno podemos observar que, normalmente, se deja una cámara de aire bajo el suelo con el fin de aislar el edificio de la humedad del terreno. Esta cámara está frecuentemente poco ventilada y su acceso, cuando existe, es normalmente difícil.

El resultado es la existencia permanente de humedades por condensación bajo el edificio que provocan la corrosión de las armaduras de este forjado y la posterior destrucción del hormigón así como la insalubridad resultante de dicha condensación.

Por otra parte, en la construcción tradicional toda la edificación se basa en la adición del agua en la ejecución o en la colocación de casi todos los elementos de la obra: hormigones en pilares y forjados, morteros en la ejecución de paredes y tabiques de fábrica de ladrillo, también en colocación de pavimentos, revocos en revestimentos interiores y exteriores, yesos, etc.

Toda esta agua utilizada debe irse evaporando mediante ventilación natural de la obra acabada. Pero cada vez más los tiempos de ejecución se reducen y el usuario entra en el edificio cuando el grado de humedad es altísimo. La climatización se utiliza inmediatamente y los problemas de humedades por condensación se multiplican.

6. El Control de Calidad:

Los resultados de los procesos que definen el Control de Calidad de los materiales utilizados en las obras de construcción proporcionan datos generalmente erróneos ya que se basan en el análisis de los materiales previamente a su colocación. La práctica profesional demuestra que la deficiente ejecución de las partidas de obra en que se utilicen los materiales objeto del Control de Calidad influye negativamente en el comportamiento de los mismos por lo que los resultados de dicho Control no se corresponden con la realidad del producto acabado. Como ejemplos podríamos citar los casos siguientes:

a) El más claro es el del control resultante de la rotura de las probetas de hormigón, ya que no puede compararse, aunque proceda del mismo camión-cuba, un hormigón vertido en un contenedor metálico convenientemente protegido, sin pérdida de agua por evaporación y homogéneo en su composición, con el mismo hormigón vertido en obra, generalmente un viernes (por rentabilizar la planificación del trabajo) lo que impide el correcto curado del hormigón provocando la evaporación del agua de su composición con las consecuentes fisuras de retracción por pérdida de agua en el fraguado y con la consecuente corrosión de armaduras que provocarán el aumento de volumen de las mismas y la posterior destrucción del hormigón que las rodea.

b) El control de calidad de las armaduras de acero nos determina exactamente los valores de resistencia de las mismas, pero una deficiente ejecución en su colocación nos dará unos valores muy inferiores del forjado resultante, al tiempo que la falta de recubrimiento del acero provocará la ya comentada corrosión del mismo con la consecuente pérdida progresiva de los valores indicados en el Control de Calidad.

c) Los Certificados de Idoneidad Técnica de las viguetas prefabricadas de hormigón pretensado utilizadas en los forjados unidireccionales nos especificarán claramente las tensiones que las mismas pueden soportar, pero los golpes y roturas que se producen en su colocación para ajustarlas a medidas que no se corresponden con las servidas transforman totalmente los valores garantizados.

d) Los excelentes valores de aislamiento térmico de los diferentes productos especiales para este fin quedan anulados por las deficiencias de colocación y los puentes térmicos señalados anteriormente.

7. El paso de las instalaciones:

La necesidad de reducción de los costes de construcción y, como se indica en el apartado 2, ha provocado la aparición de los nuevos forjados, totalmente planos por su cara inferior, lo que ha hecho innecesaria la colocación de un falso techo por el que puedan pasar instalaciones (como en edificios de mayor coste promedio). Estas instalaciones que antes se dejaban vistas, han de pasarse por el interior de las paredes divisorias, sean estructurales o no. La consecuencia es:

a) Tabiques, a los que se confiaba una misión de separación no tan sólo física sino también acústica quedan totalmente rotos y con gran cantidad de puentes acústicos.

b) Paredes estructurales calculadas con un espesor determinado resultan, con rozas a cada lado que reducen significativamente su grosor inicial.

En cuanto al paso vertical de instalaciones es muy frecuente observar forjados, pilares y jácenas con graves mutilaciones y corte de armaduras realizadas para permitir el paso de los conductos de saneamiento por zonas no previstas al ejecutar la estructura del edificio.

8. El coeficiente de seguridad:

Todas las deficiencias anteriores provocan que la normativa actual obligue a adoptar coeficientes de seguridad, de mayoración de acciones y de reducción de las capacidades de materiales estructurales, que hacen que, teóricamente si la ejecución fuese perfecta, los edificios podrían soportar más del doble de las cargas previstas. Esto supone un evidente encarecimiento de los costes de construcción, necesario por otra parte con la actual "construcción tradicional" para evitar mayores desgracias.

9. La economía:

Una construcción más racional reduciría significativamente los costes de construcción al tiempo que debería solucionar los problemas apuntados en los apartados anteriores y que se repiten casi inevitablemente en la mayoría de las obras realizadas con métodos mal llamados tradicionales.

Es innegable que el principal motivo de la falta de recursos de este tipo de construcción a solucionar los problemas referidos, al margen de la falta de preparación del personal que interviene en las obras, es económico. Pero es también evidente que, en general, no podemos aumentar los costes de construcción por limitaciones de presupuesto.

Por todo ello debemos profundizar en buscar sistemas constructivos que solucionen los problemas que el proceso edificatorio debe resolver: culturales, económicos y técnicos.

Un sistema sin agua en su ejecución, con elementos montados por personal especializado en lugar de ejecutado “in situ” por personal falto de preparación, reduciría a la mitad el tiempo de ejecución y daría, al mismo precio, una mejora de la calidad resultante, evitando todos los defectos inherentes a la construcción “tradicional” que sufrimos actualmente.

10. Aumento de superficie utilizable:

Se considera que, en la construcción tradicional, la proporción de superficies correspondientes a los espesores de fachadas, muros y tabiques está entre el 10 % y el 15 % de la superficie construída total. En sistemas industrializados esta proporción baja mejorando incluso los parámetros de resistencia y aislamientos.

Esta reducción en la superficie destinada a los elementos constructivos supone que:

a) A igualdad de superficie útil, hay una reducción aproximada del 5 % de la superficie construída total.

b) O bien, a igualdad de superficie construída hay un aumento del 5% de la superficie útil total.

11. Plazo de ejecución:

El plazo de ejecución, entre fabricación y montaje, se considera menor a la mitad del plazo de ejecución de un sistema convencional.

No me culpes ...

Si no tienes la casa de tus sueños ... no es mi culpa.
Si vives en un entorno que no deseas y que no has elegido ... no es mi culpa.
Si los espacios de tu casa no están hechos a tu medida ni a la de tu familia ... no es mi culpa.
Si la elección de los espacios que habitas es una mera cuestión de mercado ... no es mi culpa.
Si sacrificas tu estilo de vida por temor a la actuación de los mercaderes ... no es mi culpa.

Porque puedo darte, con tu ayuda, la creación de un sueño que no creías poder hacer realidad.
Porque puedo hacer, con tu ayuda, que vivas como a ti y a tu familia os gustaría.
Porque puedo hacer, con tu ayuda, que todo eso se ajuste a tus posibilidades y a tu presupuesto.

… Y, sobre todo, puedo conseguir, siempre con tu ayuda, que muchos años después siga siendo realidad lo prometido.


Para hacerme entender en la importancia de la transmisión de deseos pongo la comparación con el encargo de un barco a medida:

¿Para qué lo quieren?¿para dar la vuelta al mundo? ¿para dar la vuelta al puerto? ¿para ir a pescar? ¿para ir a presumir? ¿para salir solo? ¿para salir en pareja? ¿para salir en manada? ¿para llegar lo antes posible? ¿para disfrutar del viento en las velas? ¿para navegar por el Atlántico o para surcar el Mediterraneo?

Estas diferenciaciones, que evidentemente deben condicionar el diseño de un barco, no encuentran correspondencia con el diseño de una casa, como si sólo se pudiera vivir de una sola manera.

Contaré una anécdota referente a las peticiones de los clientes cuyo silencio puede provocar ese "No me culpes" y que, comunicadas, deben ser tratadas con el máximo respeto: Yo soy muy poco partidario de las casas nuevas hechas de piedra pues creo que, en su mayoría, responden a una voluntad de búsqueda de lo falsamente "auténtico", como si la crítica al estrés urbano provocara la posesión de la apariencia idílica de los pueblos, pero tomando tan sólo eso, la apariencia, y no la imagen ni el espíritu. Pues bien un día apareció por mi despacho un señor explicándome que su mayor deseo era una casa de piedra. El resto casi no le importaba. Y ello porque le recordaba los tiempos felices que pasó con su abuelo y otras historias. Le contesté que por qué no compraba una casa antigua, de piedra, auténtica. Pero en esta zona en que vivimos las casa antiguas de piedra tienen precios exorbitantes y no se pueden habitar si no se añade otro tanto al precio de compra. Si ya están reformadas, peor, pues el resultado es propio de una película de terror, pues consiguen armonizar el mal gusto, las falsedades históricas, las imitaciones de cartón piedra y la decoración de castillo feudal. Eso sí, fijándose uno bien, se vislumbran restos de piedras antiguas y vigas de madera. Me puse en ello y el resultado mereció la impagable sensación de felicidad que lo embargó cuando tuvo la casa acabada. Aunque inicialmente pueda parecer absurdo, el cumplir con un deseo auténtico y sincero de un cliente merece siempre ser tenido en cuenta.

La relación entre cliente y arquitecto

La primera condición para que un encargo de arquitectura se transforme primero en un buen proyecto y después en una obra digna es que un buen cliente colabore con un buen arquitecto. Que exista un grado mutuo de respeto y confianza que haga posible la dignidad del resultado final. La ausencia de esta aparente evidencia es una de las causas de la falta de calidad del entorno arquitectónico. Porque un buen arquitecto no es aquél que tiene el correspondiente título sino el que ejerce realmente como tal, por capacidad y por dedicación.

En primer lugar, el cliente debe expresar el mayor número posible de peticiones (aunque parezcan contradictorias) a través de un Programa, de un listado de necesidades, deseos y sueños. El arquitecto tiene como misión hacerlos realidad. La elaboración de este Programa inicial es la segunda condición relativa a la calidad del Proyecto. En el Programa deben tener cabida desde las más inmediatas necesidades físicas (presupuesto, dimensiones, número de dependencias) hasta las más emocionales y relacionadas con la forma de vida del cliente (actual o deseada). Un Programa demasiado esquemático y poco definido tendrá que ser forzosamente completado e "inventado" por el arquitecto, con lo que se llegará probablemente a un resultado ajeno al futuro usuario.

El arquitecto debe saber escuchar, separar lo esencial de lo accesorio. Debe ordenar jerárquicamente el Programa. Y preguntar, preguntar mucho. La primera fase de Proyecto debe ser más escrita que dibujada. Debe pertenecer al mundo de las ideas más que al de los planos. Los primeros croquis influyen enormemente en el resultado final; conviene que aparezcan cuando las ideas estén claras y cuando el emplazamiento de la obra haya expresado también sus propios deseos.

En cuanto al desarrollo del Proyecto, el cliente ya no debe preocuparse. En todo caso, tan sólo controlar que su Programa ha sido captado y asimilado. Un buen profesional no antepondrá su filosofía personal al Programa inicial. Podrá rechazarlo y no aceptar el Encargo pero nunca perder de vista cuál es la finalidad de su trabajo: Dar cobijo a las necesidades físicas y emocionales del cliente,... y hacerlo con los criterios arquitectónicos más válidos. Lo coherente sería, por tanto, que el cliente acudiera al arquitecto conociendo su trabajo profesional.

A partir de la elección del arquitecto por parte del cliente aparece una condición necesaria para garantizar la calidad del Proyecto final: la Confianza del cliente en el profesional que ha elegido.

El cliente ha de confiar que el arquitecto sintetizará todas sus necesidades y deseos, y les dará forma de manera que, al mismo tiempo, formen parte válida del patrimonio cultural del propio cliente y del entorno. En los momentos de duda, cuando ante la visión de los planos, desconfíe del resultado, tiene que permanecer fiel a dicha confianza, ya que un buen profesional imaginará espacios y formas que un profano difícilmente podrá juzgar a través de dibujos. ¡Y qué lástima si el cliente rechazara un buen Proyecto por no poder, aunque sea involuntariamente, imaginar la realidad del resultado final!

Mientras el Programa inicial siga respetándose, la Confianza debe permanecer incólume. Si ésta falla, el arquitecto se sentirá desamparado del apoyo de la persona cuya satisfacción es la meta final de su Proyecto. Esto, que es evidente en la relación con otros profesionales (abogados, médicos), falla frecuentemente en la arquitectura ocasionado por la desidia con la que, algunos profesionales, han hecho su trabajo.

Si todo esto se cumple, el resto es fácil: Dedicación y humildad por ambas partes, para poderse soportar mutuamente en la tarea de colaboración conjunta que exige una buena obra.

Lo de "construir sueños" es una metáfora pues, cuando se materializan, dejan de ser sueños. Pero me siento capaz de impulsar en mis clientes que me comuniquen los deseos que les gustaría encontrar en su nueva casa. Pero deseos importantes, no que la casa tenga tres baños o que en el garaje quepan dos coches, eso forma parte del programa funcional y deben respetarse igual que debe respetarse el presupuesto previsto. Pero eso no son sueños. Los sueños son esos deseos relacionados con las ilusiones que te gustaría encontrar en tu casa y que muchos ni siquiera imaginan que se pueden pedir y menos realizar.

Cierto es que cuesta conseguir esa intimidad casi de psicólogo para que te confíen sus sueños. Por eso advierto que si no piden nada, nada tendrán. O tendrán lo que a mí me parezca que les conviene. Pero eso no es lo ideal.

Para ponerles ejemplos exagerados, les explico que el proyecto de una casa pueden ser tres casas (padre, madre, hijos) si así lo desearan. O un casa-escaparate para todos les vean. O una casa-gruta para que no les vea nadie.

Yo no debo decidir ni inventarme su forma de vivir y ellos no deben vivir en mis sueños.