jueves, 27 de diciembre de 2007

Cuadernos de viaje (Zimbabwe)

Hace algunos años, en el 94, como arquitecto me encargaron el proyecto de un hotel de lujo en Zimbabwe junto a las cataratas Victoria. El origen de la historia es que una prestigiosa empresa de hoteles, cliente de aquella época, promovía hoteles para terceros proporcionando arquitectura, decoración, equipamiento y organización.

El caso es que el gobierno de Zimbabwe entró en contacto con ellos para crear un hotel junto a las cataratas con el fin de promocionar un turismo hasta entonces inexistente ya que no había buenas comunicaciones aéreas y el único turismo venía, en coche, desde Zambia y Unión Sudafricana, total nada. Habían leído en revistas especializadas el volumen de ingresos por turismo en España y se habían quedado lívidos de envidia. El trabajo consistía en redactar un proyecto y conseguirles los créditos necesarios.

… Y allá fui yo, como "artista invitado", a conocer el emplazamiento, el programa deseado, el clima, el tipo de construcción existente y otras cosas que me sirvieran para elaborar un proyecto mínimamente coherente e integrado en el lugar.

Estuve sólo 15 días pero fue maravilloso. No eran conscientes de la suerte que tenían por ser un país prácticamente virgen sin los estragos, primero del turismo americano y ahora del europeo, movidos desde hacía años por películas tipo "Las minas del rey Salomón" y las subsiguientes. El paradigma de todo esto es el caso de Kenia donde para ver un león hay que subscribirse al National Geographic.

Además, Zimbabwe tenía una renta decente, su índice de mortalidad infantil era de los más bajos de África (y esto creo que define el nivel de la Sanidad de un país), el grado de escolarización era muy alto y había una clase media muy fuerte que ya existía cuando era colonia inglesa (Rhodesia).
Me trasladaron (voluntariamente) al futuro emplazamiento y me dejaron allí solo y tranquilo con mis pensamientos. ¡No cuesta imaginar la sensación de pisar el terreno y que una gacela a lo lejos (20 metros) te esté mirando!. Es una imagen que tengo fuertemente grabada (los animales siempre me emocionan un poco). Que nadie se ofenda, pero es cierto que, medio en broma medio en serio, digo en ocasiones que me resulta más fácil entenderme con algunos animales que con la mayoría de personas. Porque ellos siempre te están dando datos fiables de comportamiento y a nosotros nos han ensañado demasiado a disimular.

Otro día fuimos en avioneta (muy pequeña: 4 plazas) sobrevolando toda la zona y es impresionante ver las cataratas a corta distancia, desde el aire. No son las más altas del mundo ni las más largas pero parece ser que son de las más caudalosas (o lo eran).
Me pasearon en canoa recorriendo arriba y abajo el río Zambeze, viendo hipopótamos, cocodrilos, búfalos. Una anécdota de quella situación es que parte de la expedición, señoritos pijos de Barcelona, se pusieron a tirar piedras a los cocodrilos por divertirse, para mi vergüenza y la de los indígenas que nos miraban extrañados. Era una advertencia de lo que podía llegar a ocurrir con los planes de turismo futuro.

Como estábamos invitados por el gobierno, pusieron un jeep a nuestra disposición, con chofer y explorador armados (pero por nosotros, no por los animales: visto lo que había ocurrido con los cocodrilos cualquiera nos dejaba sueltos). Durante dos días estuvimos recorriendo medio país, que era parque natural acotado por el gobierno, en el que los animales estaban como en su casa (lógico, lo era). Y ¡qué sensación ver de cerca elefantes, jirafas, búfalos ....!.

Después estuve recluido 3 ó 4 días en el hotel (también voluntariamente) para hacer unos cuantos croquis con el fin de que, cuando nos fuéramos de allí el gobierno los hubiera visto y estuviera de acuerdo con el planteamiento pues ya no volvería a Zimbabwe hasta tener acabado el proyecto. Muy previsoramente, había llevado instrumental de dibujo (allí sí hubiera sido difícil conseguir algo) y así pude acabar una especie de anteproyecto.

Se organizó una reunión de personalidades varias: cónsul español, ministro de Turismo, ministro de Economía y otros. Y allí estoy explicando el proyecto e intentándoles convencer de que estaba basado en las construcciones tradicionales de Centroáfrica (¡un hotel de 5 plantas inspirado en las cabañas autóctonas!). Como la operación les interesaba mucho económicamente estuvieron todos de acuerdo en que aquello no destacaría prácticamente nada en el paisaje y quedaría muy integrado en él (!). En un aparte, gozando del privilegio de que, en general, se considera al arquitecto como un artista un poco excéntrico y alejado de la realidad (nada más equivocado) aconsejé al ministro de Turismo que lo mejor que podían hacer era dejar el país como estaba, que mira lo que habían hecho en el mío con la Costa Brava. Me miró con condescendencia (creo) y me ofreció una sonrisa cómplice con el trasfondo que corroboraba el sentir general sobre los arquitectos.

Hice algunos amigos entre aquella gente que desaba transformar su país (a mejor) pero que pasados los años ¡vaya si lo transformaron! (a peor). Pero, por encima de todo, me quedó la sensación del encuentro con un país maravilloso al que volver de nuevo con personas queridas. Me quedó grabado en el corazón y pienso en él con nostalgia.

Acabé el proyecto y el resto quedó en manos de economistas y financieros. Como muchas cosas de gran escala no llegó a realizarse por cuestiones de créditos ya que el gobierno no quería invertir prácticamente nada y los bancos consideraban la operación muy arriesgada. Yo no cobré un céntimo pero me compensó con creces todo lo vivido ... y aprendí a dibujar baobabs (como Saint Exupéry).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aprender a dibujar baobabs no es algo que suceda todos los días, leer y releer el Principito es de obligado cumplimiento para saber, a través del niño que llevamos dentro, como va el adulto que vemos en el espejo. Enhorabuena y mi envidia más atroz.